Hafid esperó durante tres años hasta que un día un extraño llamado Pablo llegó a su palacio. A pesar de la apariencia poco confiable de Pablo, Erasmo, el tenedor de libros de confianza de Hafid, lo dejó entrar al palacio después de que prometiera no hacerle daño ni pedirle limosna. Pablo explicó a Hafid que era un ciudadano de Tarso y de Roma, y le pidió ayuda y directivas.

 

Hafid lo invitó a sentarse y a contar su historia. Pablo habló de su trabajo como fabricante de tiendas y de su educación en Jerusalén con el gran Gamaliel.

 

Hafid escuchó atentamente y le dio sabias enseñanzas sobre la importancia de dar antes de recibir y sobre la necesidad de tener una mente clara y enfocada.

 

Al final de su reunión, Hafid le entregó sus pergaminos a Pablo, diciéndole que los había escrito para aquel que mostrara coraje y perseverancia en la búsqueda de la verdad.

 

Pablo partió del palacio con los pergaminos y con una nueva perspectiva sobre la vida.